Cada vez que te veo siento una mezcla entre odio y admiración. Te debo mi vida y por ello debería estar agradecida. No obstante, tus hirientes ojos se clavan en mí con ira y decepción destrozando todo lo que quiero, desmoronando mi ser en su totalidad. Y de repente me caigo y me convierto en miles de fragmentos de cristal que cortan casi tanto como tu mirada.
Y es que nunca he sido suficiente, nunca soy suficiente y nunca seré suficiente para tu alto listón.
Lo único que sé es que la parte de admiración se deshace y es absorbida por el rencor y el resentimiento. Porque no voy a dejar que me estalles más veces contra el suelo.
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